“Es sobre el cuerpo de una puta de lupanar donde los viejos diagramas del poder oligárquico se van disolviendo; es en la habitación de una casa de tolerancia donde por primera vez se integra socialmente al inmigrante, un espacio en el que se derriban las murallas de clase, en el que los prejuicios ante la barbarie extranjera ceden frente al apetito sexual. Buenos Aires es la capital internacional de la prostitución, y el tango, ese hijo bastardo de criollo y extranjero, se concibe en la cama de un burdel”.
Ese dionisíaco gesto llamado tango, comenzó a portarse en el cuerpo, con ostensible aire marginal y prostibulario.
Una algarabía de burdel para las almas alegres, para heteras y malevos –no siempre tan malévolos- y que la moral insistió en interpelar para ensombrecerla de melancolía.
Tango pendenciero de orgiástico discurrir: un entrevero feroz y fatal con el filo de la vida.El tango es la morada del descastado; en su poesía habita el marginal, la mujer prostituida y su cafisho ; el inmigrante (interno y externo), el ‘vividor'; el que esta fuera de la Ley y el que hace la Ley a su capricho; cualquier malandra y ‘el niño bien'. Deja afuera a la santa madre, sacrificada laburanta y a la virgen (hermana).
Es un paso en danza, que se traslada del burdel al conventillo –pequeño convento; claustro de habitaciones hacinadas-, allí donde se origina ese ‘crisol de razas', síntesis de un extravío, que no ha dejado de ser tal. Extravío devenido en errabundeo, como lo diría Barthes , ante eso maldito que tiene el amor y la condena de ir tras un fantasma. Delirio de una pasión que muda en una estética de música y danza.
Se necesitaba una forma de expresión que hiciera hablar al cuerpo, que produjera esa ilusión del encuentro en un abrazo amoroso, en un derredor donde todo era distancia.El terreno en el que crece el tango es múltiple, porque su flor es mixta, hecha de bandoneón alemán, de melancólica habanera, de armonías napolitanas, de baile negro con cortes y quebradas, de olor a vasco, a genovés y a africano, todo a la vez”.
La pasión es algo que se lleva en el cuerpo y el tango la trueca en estética; es un sonido cuyo eco se mueve en nuestro interior.
El tango tiene su espíritu, el que se esconde tras las coreografías de lugares y tiempos; eso originario que hace que su tiempo siempre sea actual; pero, también tiene sus sombras y quien se aventura en ellas debe pagar un precio.
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